Guerra contra el Cielo

Unos gritos provenientes de afuera lo estremecieron, y fue en ese momento que cayó en la cuenta de que algo no iba bien.  Al asomarse por la ventana para ver que sucedía, sintió como la sangre abandonaba su cara y el frío se apoderaba de el. De niño había visto uno junto a su hermano acampando en las montañas. Los recuerdos volvieron mas claros que nunca.

Cuando la fogata empezó a disminuir sus padres salieron a buscar un poco de leña. El y su hemano menor permanecieron acostados comiendo algunos malvaviscos derretidos mientras trataban de identificar las diferentes constelaciones que les había enseñado su madre. Cerca del aguijón de Escorpio, apareció una luz que se destacaba sobre las demás estrellas. Solo un fenómeno curioso, hasta que empezó a realizar movimientos totalmente irregulares. “Las estrellas no se mueven” dijo Máximo, hablando en voz alta sin darse cuenta. Y al cabo de unos instantes la luz se perdió en el horizonte.
Pero lo que sucedía en este momento era ridículo. Habían muchas luces y mucho mas grandes que aquella pequeña que habían visto en su infancia, a tal punto en que podía ver claramente la forma. Los platillos se movían en todas direcciones. Algunos se perdían de vista, pero de inmediato eran reemplazados por otros venidos de vaya a saber donde. Máximo nunca se había sentido tan insignificante.
Pasaron varias horas hasta que su cara recupero el color, pero el espectáculo en el cielo no cesaba. Le llamó la atención que el televisor funcionara. Siempre había pensado que pasaría como en varios relatos que escuchó, donde los electrodomésticos fallaban y los motores de los autos dejaban de funcionar. En todos los canales habían diiscursos políticos, ritos religiosos, y acciones militares. Reacciones comunes ante algo diferente diferente pensó Máximo.

Al caer la noche la situación no había cambiado. Al parecer varios países habían iniciado una guerra contra el cielo. Habían probado desde simples balas hasta bombas nucleares, pero no afectaban en lo más mínimo a los objetos voladores. Estos lograban esquivarlo, o simplemente no les producía daño. Era una situación totalmente inexplicable.
Fueron momentos de mucha desesperación y pánico para mucha gente. Pero estos extraños objetos, fuera de hacer luces y moverse de una lado a otro, no hacían nada mas.
Al cabo de unos meses la gente empezó a salir a las calles al notar que no había peligro alguno. Parecía ilógico, pero poco a poco las personas recobraron sus rutinas, y las luces dejaron de aparecer en las noticias. Todos volvieron a sus rutinas, menos Máximo que nunca se había sentido tan vacío en su vida. Desde ese primero de septiembre no había hablado con nadie. Ningún amigo o familiar lo llamó, y él no tenía a nadie quien llamar. Todo ese tiempo solo le dió mucho espacio para pensar, y por primera vez en 10 años tuvo la autoestima baja. Sintió que la imagen exitosa que había creado de él mismo siempre fue una farsa, y que en realidad lo único que el poseía era a él mismo.
Pasaba el día escuchando música o jugando simples juegos en su notebook. Y por las noches contemplaba el irracional cielo. Esas luces le hacían sentir que nada de lo que antes creía era importante, y que no podía encontrar lo que en verdad tenía que importarle.

Una noche, metió su mano en el bolsillo para sacar su celular y pedir un delivery de pollo frito. El movimiento que hizo fué demasiado brusco perdiendolo de sus manos, dejando que golpee el papel tapiz. Lo que provocó que explote un recuerdo.
Había soñado con Amanda, una amiga que no volvió a ver desde la secundaria.
Se encontraban en la oficina, y Máximo no dejaba de alardear de sus logros en proyectos y trabajos, pero ella no lo miraba. En algún momento sonó el celular de Máximo. Cuando trato de contestar ella se lo quitó y lo arrojó al suelo. Le dirigió una mirada cristalina, y lo besó.


Amanda se encontraba acostada en el techo de su casa, donde la oscuridad de la noche desaparecía por las luces de los ovnis. Hacía lentamente un rulo con uno de sus mechones de pelo, y lo desacía suavemente. Su ringtone favorito empezó a sonar, y al atender escuchó una voz que le dijo -¿Vamos a tirar piedras a la luna?-.
Esa misma noche, el cielo se tranquilizó.
Amanda y Máximo nunca habían disfrutado tanto de la luz de las estrellas.



Basado en un sueño bizarro...

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